domingo, 20 de enero de 2008

Desperté y no estabas. No me sorprendió, creo que ya lo sabía. Pero un mordisco en pleno estómago me hizo retorcer. Ahogué el grito y me levanté con ojos apagados. Así son las mañanas.
Me acuesto sintiendo tu calor a mi lado. Basta con girarme para romper la ilusión. Dolor abdominal, sequía en los pulmones. Apretar los párpados y esperar –y esperar y esperar- la dulce inconciencia, la tierra flexible de los sueños. Así son las noches.
Un descanso en pleno día, actividades poco profundas, el puente entre mi mañana y mi noche. El tiempo muerto en el que la herida abierta comienza a cerrarse, solo para que duela un poco más cuando vuelva a abrirse. Así son las tardes.
La tierra flexible de los sueños es mi paraíso. Nos movemos entre colores, epilépticos o con suaves meneos. Las distancias no son, caminamos por llanos de tiempo, le robamos a la física las muletas y nos reímos de ella. Entramos en bodegas tétricas, pero llenas de bebidas espirituosas. Y pronto danzamos y lo tétrico es sólo triste y lejano. Ah, si supieras lo que no reímos. Nos reímos de nuestra levedad o pesantez, de Milan Kundera y sus teorías pretenciosas, de nuestros pies y de aquel que por allá pasaba. Y somos tan felices. Y los besos saben a risas. Pero no nos abrazamos, no hace falta, más cerca no podemos estar. Caminamos campos de ciruelas, organizamos fiestas con amigos y desconocidos, nos embriagamos con frutas y nos alejamos de todo (todos se alejan cuando es conveniente). Y hacer el amor es algo más allá de nuestros cuerpos, más allá de la realidad irreal del sueño, entrelazar espíritus, mi ser volcado entero al tuyo.
Por eso es tan difícil que llegue el sueño y el despertar es tan duro y muerde el estómago.

domingo, 13 de enero de 2008

Hoy necesité abrirme el pecho, un tajo profundo en la unión de las costillas. Necesité esa brecha, hundirme en la espesura de su jugo. Sentir el líquido caliente en las axilas, en los ojos. Unirme al caudal rojo, nadar como una anguila, recorriéndome, escupiendo saliva turbia, rasgándome los labios para contribuir con mi sangre a mi sangre. Ser doblemente yo y poder duplicar fuerzas, ahondar sentimiento y reptar dolores.
Con la fuerza de mi yo pequeño abolir rebeliones de enenos que me golpean los pulmones, saltan en mi estómago. Vuelven visceral dolores y entuertos sentimentales. Regar los jardines ya marchitos, manteniéndome fresco y que el perfume floral alivie el peso de las noches en vela, las mañanas de asfixia.
Yo doblemente yo atacar con furia al maldito bicho que anda y no anda y se burla el muy. Ir con los dientes afilados y perder la batalla como todos. Pero yo doblemente yo aguantar que ande y ande y pase. Sin cortar los hilos que forman el entramado aún a la distancia.
Sentir la brisa fresca embebida en nubes que combate y echa este calor. Despeja modorras y ojos enfermos. Respirar la brisa blanca y darle una lluvia de sol a los enanos para que ahora bailen. Recorrer de a poco la brecha de mi pecho. Sentir como va cerrándose detrás de mi. Ser yo solamente yo. Con vos.